Cheesecake sin horno para el alma
Aunque no soy una persona particularmente dulcera, es innegable que un postrecito de vez en cuando siempre cae bien. El cheesecake es de esos postres que nunca decepciona y es el favorito de mi hermana, así que se ha convertido en un clásico en mi casa.
Esta versión sin horno es realmente muy fácil y rápida de preparar, ¡y queda para chuparse los dedos!
Cuando les comparto una receta es porque ya la he hecho varias veces, he cometido errores y aprendido en el camino.
Aquí te dejo las notas más importantes:
Truquitos
Mise en place: Facilítate la vida alistando los ingredientes y las cantidades de la receta antes de empezar. Ten a mano los utensilios necesarios.
El molde: Es clave para la presentación final. Te recomiendo un molde desmontable porque cambia el juego y facilita la vida. Si usas moldes tradicionales, puedes aplicar calor con un secador de pelo para desprender el cheesecake fácilmente. Otra opción práctica es usar recipientes individuales, listos para consumir. Si no te estresa la presentación, saca las porciones directamente del molde; aunque las capas se desarmen un poco, el sabor seguirá siendo insuperable.
Gelatina sin sabor: Es crucial para la consistencia. Hay que integrarla correctamente para que no se hagan grumos y te quede la textura adecuada. Aquí te comparto EL truco para cualquier postre que requiera gelatina sin sabor. Primero, hidrata la gelatina. En un recipiente, agrega 5 partes de agua por 1 de gelatina (por ejemplo, 8 gramos de gelatina en 40 ml de agua). Añade la gelatina poco a poco al agua, revolviendo enérgicamente con un tenedor o batidor manual hasta disolver completamente. Debes obtener una textura viscosa pero uniforme. Luego, activa esta mezcla llevándola 30 segundos al microondas o poniéndola a baño maría. La apariencia final debe ser líquida y sin grumos. Para integrarla a la mezcla principal, separa una cantidad similar de la mezcla en un recipiente aparte y añade la gelatina poco a poco con movimientos envolventes. Una vez integrada, añade esta mezcla a la preparación principal, nuevamente con movimientos envolventes.
Base de galletas: Puedes pulverizar las galletas con un procesador o, si quieres liberar estrés, ponerlas en una bolsa plástica y golpearlas con un rodillo (es terapéutico 😜). Asegúrate de que no queden pedazos grandes y que sea lo más homogéneo posible. Puedes usar las galletas de tu preferencia; a mí me gustan las de mantequilla. Con las cantidades de la receta, en un molde de 24 cm obtendrás una base delgada. Si prefieres una base más gruesa, duplica la cantidad de galletas y mantequilla.
Salsa de frutas: Puedes usar los frutos rojos que te gusten (fresas, arándanos, moras, etc.) o cualquier fruta dulce como mango o duraznos. La preparación es igual que con la maracuyá: cocina a fuego bajo con zumo de limón, agua y azúcar, revolviendo constantemente hasta obtener una textura de salsa. Ajusta el nivel de acidez y dulzor a tu gusto y deja enfriar antes de ponerla sobre el cheesecake.
Desmoldar: Este es un dato de vital importancia que puede parecer obvio pero que siempre olvido: si vas a desmoldar, hazlo antes de poner la salsa.
La receta
Ahora sí, a lo que vinimos.
Espero que disfrutes esta receta. Cuéntame en los comentarios qué te pareció y si tienes alguna que quieres que pruebe.
Gracias por leerme.
Gracias por compartir ❤️
¡Oh, sí, sí, sí! Amo recetas que sean fáciles y ricas. 🤤